Entre los presidentes Enrique Peña Nieto, de México, y Donald Trump existe un enorme muro que está boicoteando las relaciones diplomáticas entre ambos. Literalmente.
Este fin de semana, varios medios de comunicación de EE. UU. informaron que el mandatario mexicano volvió a cancelar una visita oficial a Washington luego de una tensa conversación telefónica con Trump la semana pasada en la que este insistió en su idea de hacerle pagar por la muralla que piensa construir en la frontera entre ambos países.
De acuerdo con un recuento de ‘The Washington Post’, la última conversación entre ambos líderes duró unos 50 minutos, de los cuales casi todos se dedicaron al muro. Según fuentes del Gobierno mexicano, Trump al parecer perdió la paciencia y terminó, incluso, gritando cuando Peña Nieto le dijo que para concretar un viaje debía comprometerse a no mencionar públicamente que México financiaría la construcción.
Trump le respondió que era algo que había prometido durante la campaña y en lo que seguiría insistiendo al menos de dientes para afuera.
La acalorada discusión terminó con el compromiso de que sus asesores seguirían trabajando en los términos de una futura reunión y se habló de un posible primer encuentro durante la Cumbre de las Américas, que se realizará el próximo 23 de marzo en Lima.
En el fondo se trata de un problema más bien cosmético, pero de alto impacto para ambos. El mismo Trump sabe que México nunca pagará por el muro como tal. Y es por eso que ha comenzado a vender la idea de que sacará millonarias concesiones en la renegociación del tratado de libre comercio (Nafta) y que de allí saldrían los fondos para su muro. O que terminará cobrando algún arancel a las remesas que envían los mexicanos residentes en EE. UU. a su país. Es decir que los hará pagar, pero de manera indirecta.
Algo, en todo caso, que será muy difícil de demostrar en términos prácticos. Tanto así que ya le pidió a su Congreso 25.000 millones de dólares para financiar el muro, todos provenientes de los impuestos de los estadounidenses.
Pero dado que se trata de una de las promesas más populares de su campaña (fue eso lo que lo catapultó a la presidencia), no puede archivarla sin pagar un costo político.
En el caso de Peña Nieto, la situación es igual de compleja. El presidente, que ya había soportado un diluvio de críticas por haber invitado a Trump cuando este era candidato y se la pasaba insultando a su país, no puede mostrar debilidad frente a un tema que es visto en México como una afrenta nacional. Menos a escasos cinco meses de las elecciones y cuando el PRI, su partido, se está jugando la permanencia en el poder.
La gran preocupación de Peña Nieto es que Trump lo “embosque” y saque el tema a colación durante la rueda de prensa que suelen sostener los presidentes al final de su encuentro en la Casa Blanca.
Y por eso están exigiendo garantías concretas de que Trump se morderá la lengua, al menos durante ese evento. Pero nadie en la Oficina Oval se arriesga a ofrecer esa certeza, pues saben que el republicano rara vez sigue el libreto.
Curiosamente, y aparte del ‘impasse’ entre los presidentes, la relación bilateral no está en malos términos. De hecho, hace algunas semanas el propio ministro de Exteriores de México, Luis Videgaray, dijo que el intercambio con la administración de Trump era incluso mejor que con cualquiera de las anteriores. “De muchas maneras nuestra relación hoy día es más fluida, más cercana que con anteriores. Lo cual puede sorprender a muchos, pero eso es un hecho”, sostuvo.En todo, al parecer, menos en lo que concierne al muro y al pago de esa factura.