Un diálogo intergeneracional convoca en Guatemala a medio centenar de lideresas que abordan la falta de poder de decisión de las mujeres, la desigualdad económica y la violencia
Algunas llegaron de recónditos pueblos de la selva amazónica y otras de grandes metrópolis. También había quienes viven a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Estaban las que apenas acababan de cumplir 15 años y otras con más de seis décadas vividas. Niñas que sufrieron abusos en casa y mujeres que han impulsado cambios legislativos para la igualdad de género en sus países. Sumaron medio centenar de voces en un diálogo intergeneracional que ha dibujado un panorama de cuáles son los retos del feminismo en Latinoamérica y cómo afrontarlos.
El encuentro, en vísperas del Día Internacional de la Niña —que se celebra cada 11 de octubre—, transcurrió en Antigua Guatemala, organizado por Unicef y la Cooperación Española. Y les sirvió para constatar que los mismos problemas que habían afrontado las veteranas persistían dos o tres generaciones después. Con enormes avances legislativos y sociales mediante, el acoso, la violencia, la desigualdad y la dependencia económica continúan, aunque seguramente han adquirido caras distintas.
Los dos días de reunión fueron una charla constante, con mesas redondas, por grupos que ponían en común las inquietudes de lideresas feministas que habían llegado de una docena de países. Aunque trataron casi todo tema relativo a la desigualdad entre hombres y mujeres, centraron sus conclusiones en tres ejes: poder de decisión, desigualdad económica y violencia.
Poder de decisión
Reconociendo el avance legislativo que se ha producido en los últimos años para equiparar derechos, las participantes echaron en falta una plasmación real de estas normas. Un ejemplo es la paridad, que si bien se reconoce en diversas legislaciones, no tiene un reflejo real en el reparto de poder. “Existen obstáculos que impiden la participación. Hay que poner el foco en cómo superar esas barreras y no tanto en la normativa”, concluía uno de los grupos de trabajo.
Los progresos, además, no son permanentes. Las participantes miran con mucho recelo el avance de ideologías conservadoras y lo que denominan “políticas del odio” que, desde su punto de vista, ponen en peligro mucho de lo conseguido hasta ahora.
Desigualdad económica
El primer paso para acceder a la igualdad económica es la educación, y ya desde ese nivel comienza la discriminación. Uno de los consensos es que hay una invisibilidad de los problemas de las niñas. “Se tratan los de las mujeres y los de la infancia, pero no se abordan específicamente cuando ambas condiciones se unen”, resumía otro equipo de trabajo. Como explica Carlos Carrera, representante de Unicef en Guatemala, las mujeres y las niñas sufren diferentes formas de discriminación: “Aunque el matrimonio infantil ya está casi erradicado en la región, el embarazo adolescente sigue siendo un enorme problema con consecuencias muy graves, particularmente si eres pobre. En este contexto, niña embarazada, niña que sale de la escuela casi automáticamente”.
“Necesitamos una apuesta por la salud integral y la prevención. Ser mujer tiene unas problemáticas específicas: embarazo, relaciones de poder asimétricas, enfermedades sexuales, depresión, sufrimiento físico y psíquico. Todo esto dificulta el acceso al mercado laboral”, aseguraba Nayla Procopio, coordinadora de la Red Nacional de Jóvenes y Adolescentes para la Salud Sexual y Reproductiva de Argentina.
Otro de los problemas que se pusieron encima de la mesa fueron los estereotipos de género. “Llegan hasta el punto de que las mujeres no nos creemos capaces de llegar al mismo lugar que los hombres en el mercado laboral”, apostillaba Procopio.
Violencia
Los abusos, las violaciones, el derecho al aborto son problemas que han hecho salir a millones de mujeres a las calles de todo el mundo en los últimos años. Aunque la visibilización de estas violencias ha creado mucha conciencia social, lo cierto es que persisten. “Tenemos que identificar y seguir luchando contra la violencia sistémica. Nuestros cuerpos no son mercancía, no pueden seguir negociando con ellos”, exponía Dora Virginia Alonzo, estudiante guatemalteca.
En opinión de Minou Tavárez, histórica líder feminista de República Dominicana, el encuentro sirvió para darse cuenta de que hay problemas que persisten aunque se manifiestan de manera distinta: “Por ejemplo, el acoso y el abuso siguen siendo los mismos, pero nosotras no teníamos herramientas para enfrentarlo, ni siquiera sabíamos reconocerlos. Estas generaciones están más empoderadas, tienen más conocimiento de eso”.
La mezcla de experiencias entre jóvenes y veteranas es para Tavárez una oportunidad para llevar el mensaje a nuevas generaciones: “Cuando lo reciben de alguien de su edad, no solo lo ven más creíble, sino también más entretenido. Uno de los resultados que tendrían que salir de este encuentro está relacionado con el hecho de que puedan impulsarse acciones concretas, de establecimiento de redes de comunicación, de intercambio”.
En esa misma idea incide Marita Perceval, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe. “El hecho de que este sea el primer encuentro intergeneracional de feministas, más que hacernos sentir satisfechas nos tiene que hacernos preguntarnos por qué no se hizo antes. Esto no es una élite que se ha reunido en Antigua, sino que este grupo denso representativo puede abrir y convocar e integrar”, asegura. El reto que tienen por delante, en su opinión, es contar qué sucedió allí e invitar a otras a sumarse.